HISTORIA DE LOS COLUMPIOS: I. LA EDAD DE HIERRO

Aquellos locos cacharros

En sus inicios, el hierro era el material casi único de los columpios al aire libre. Aquellos tubos de hierro proporcionaban la estructura de columpios, toboganes, balancines, carruseles y demás equipamientos infantiles. Era un material duro, resistente y manejable que podía aguantar al exterior con una protección de pintura apropiada. Aunque el óxido aparecía fácilmente si no se repintaba regularmente.

Eran elementos individuales y con mucho movimiento, que jugaban, sin saberlo,  con la física más elemental: la gravedad, la energía potencial y cinética, la fuerza centrífuga, las palancas y sobre todo el poder de la diversión.

El primer elemento del parque fueron los columpios, con asientos metálicos que colgaban, con cadenas o con barras rígidas, de un pórtico de tubos de acero. Las barcas oscilantes, todas de hierro, permitían columpiarse en compañía aunque aquello pareciera una escena circense. Y había que andarse con mucho cuidado para no recibir un tremendo golpe en aquel mar de barcas.

También eran habituales los arcos metálicos y los carruseles con un eje cónico para muchos niños. Sobre unos rodamientos potentes, la estructura giraba y giraba hasta que los niños salían disparados.

Y por supuesto los toboganes con una simple chapa inclinada con los laterales soldados que se podían combinar con estructuras gigantes como globos trepadores o complicarse con curvas y alturas retadoras.

El juego de la palanca con balancines sube y baja eran otro clásico de los parques, que aún hoy en día se ven en las áreas de juego actuales.

Cuando jugar era una actividad de riesgo

La seguridad no era aún una obsesión total para los diseñadores de aquellos equipos. O quizás es que los niños eran más duros que los de ahora o no estaban tan sobreprotegidos. Si aparecías por casa con una rodilla raspada o un chichón, encima te reñían por haber hecho el burro. Y la verdad es que no había tantos accidentes graves.

Se primaba que fueran fuertes, resistentes y divertidos. No había limitación de alturas ni de distancias de seguridad y lo importante era que funcionaran bien y que duraran mucho en la calle.  Algunos elementos hoy en día causarían el infarto de algún auditor de seguridad y posiblemente muchos padres tendrían que poner a los niños “airbags” en sus mochilas para subir a algunos columpios como el Yor-giro con asientos voladores, que movían los niños de dentro con unas palancas excéntricas y hacían que los niños sentados fuera dieran vueltas en sus asientos metálicos.

Naturalmente los equipos no disponían de un suelo amortiguador de seguridad, instalándose directamente sobre el asfalto, las baldosas o la tierra. Y, si había suerte, sobre la hierba, que siempre dejaba de crecer debajo de los columpios.

Los primeros fabricantes nacionales

Hasta mediados de siglo todos estos equipos estaban restringidos a los jardines particulares de las casas adineradas, y fue un pequeño triunfo sacarlos a los parques públicos donde todos los niños podían jugar.  La mayoría de columpios eran de fabricación casera o por los herreros del pueblo y no existía una industria manufacturera especializada.

A partir de los 60, unos pocos talleres metálicos pioneros se atrevieron a empezar a fabricar industrialmente estos “cacharros” en nuestro país, fijándose en modelos de juguetes de jardín de otros países. Marcas históricas como YOR o MEIN datan de aquella época, donde el problema era conseguir los materiales en una situación de carestía y autarquía. El mercado estaba virgen y había pocos fabricantes especializados, así que lo difícil era hacer acopio de tubo y de chapa de buena calidad y transformarlos en unos columpios que aún no veían condicionado su diseño por las restrictivas normas de seguridad.

Aún muchos de aquellos columpios de hierro se pueden ver en nuestras viejas plazas. Y todavía funcionando. Desde luego el concepto de “obsolescencia programada” tardaría mucho aún en llegar.